Prologo...
Cuando era verano el sol calentaba con fuerza, casi vengándose del tiempo que las nubes oscuras lo cubrió, pero lo enfrentaban bien la gente que decidía vivir en aquella parte de la ciudad, un poco alejada del bullicio del centro pero lo suficientemente cercana para poder asistir a tiempo a sus trabajos.
Una de las calles y tal vez la menos transitada, estaba el colegio primario mas importante de la ciudad, un lugar lleno de verde y colores extravagantes que llamaban la atención de todo pequeño que pasaba por allí, a la distancia se ve que dos automóviles se acercan, luchando por ser el primero pero al tiempo teniendo el cuidado suficiente para no ocasionar un accidente en esa zona de menos de 20Km/H.
Al pasar casi rozándose y estacionar uno cerca al otro, los conductores salieron un poco enojados, dispuestos a discutir el tiempo que les dieran sus hijos antes de salir, al verse… al notar aquel par de ojos tan conocidos en su vida, sonrieron… no había forma de discutir.
-¿Tu que haces aquí? – Cuestionaron ambos al tiempo, confundidos por la pregunta se hicieron los enojados, mostrando su indignación por la pregunta, espetaron con la siguiente…
-¿Cómo que, que hago aquí? – El hecho de decir lo mismo, tensionaba un poco mas el momento.
-Vengo por mi hijo – Admitió la mujer, de ahora cabello oscuro y un poco más corto que la última vez que estuvieron frente a frente, tan lejanos.
-Yo vengo por mi hija – Contesto ahora el hombre, la mujer sonrió enternecida y acercándose un poco al hombre frente a ella…
-Ahora eres el hombre de una pequeña mujercita… nunca creí que alguien fuera capaz de domarte, señor Herrera – sus palabras eran tan extrañas para los oídos de Alfonso, que su rostro se descompuso pero aun así, dispuesta continuar con aquella burla que ella le hacia, camino hacia el cuerpo femenino.
-Realmente, soy el hombre de dos pequeñas mujercitas… - Sonrió ganador, la mujer frunzo el ceño y posicionando su delgada mano sobre el pecho musculoso del hombre, se alejo…
-Siempre supe que te gustaban las mas chicas que tu, pero nunca pensé que me lo admitirías de esa forma tan franca – mascullo, sabiendo que aquello seria un gran golpe que el tardaría en responder.
-Pues… nunca te quejaste de mis gustos, Anahi… ¿O si? – Su gesto serio asusto un poco Anahi, que cubriéndose la boca se acerco de nuevo a Poncho, no esperaba hacerlo enojar, solo se estaban divirtiendo en ese encuentro…
-¿Te enojaste? – Enmarco el rostro del hombre, que se negaba a voltearla a ver – Poncho, ¡No te enojaste por eso! – espeto la mujer, un poco enojada también, al creer que la estupidez del hombre frente a ella, había incrementado hasta un nivel un poco ridículo…
-¡Mami!
-¡Papi! – Escucharon, a lo lejos; ambos voltearon a ver por donde venia la voz y casi no tuvieron tiempo para abrir sus brazos y atrapar a los pequeños que se acercaban con tanta fuerza, que los hicieron dar un paso atrás, a ambos.
-¿Cómo estas mi amor? – Pregunto Poncho con tanto amor a la pequeña de rizos dorados en sus brazos, la pequeña se apoyo en el pecho de su padre para poder oler la colonia que él siempre se ponía en el cuello.
-Bien Papi, - Anny estaba absorta con la imagen, admiraba el brillo de los ojos de Poncho, la alegría con la que observa a su hija y como aquella pequeña de ojos claros y extraños se apretujaba con fuerza al cuerpo protector de su padre; un pequeño tironeo la volvió a la realidad y con fuerza abrazo a su hijo.
-Y a ti, ¿Cómo te fue hoy? – Quiso saber, recordando lo preocupado que estaba porque hoy era la izada de bandera que hacían cada mes al mejor estudiante de la clase y él, se había esforzado demasiado… pues nunca lo habían condecorado.
-Pues – hizo un pequeño mohín que les indico a todos, que no lo había logrado… Anny se apresuro a reconfortarlo, dándole la espalda a Poncho, que instintivamente también se acerco a decirle lo campeón que era y que todavía quedaba un par de meses para lograrlo.
-No mientas – Murmuro la pequeña niña aun en brazos de Poncho, los dos adultos la voltearon a ver con ojos expectantes y el pequeño en brazos la mando a callar con un sonoro “Shhhhh”… sonriendo se volteo hacia a Anny y abriendo su pequeña manita le mostró la bandera que le había colgado en su camisa blanca, estaba realmente feliz.
-Creo que has aprendido mucho de tu tío Chris – Bromeo Poncho, mientras besaba la frente del pequeño, luego de que Anny hiciera lo mismo, el niño emocionado comenzó a saltar aun en brazos de Anny.
-¡Si, si… Tío Chris! – Gritaba emocionado.
-Mami – Grito una voz a espaldas de Anny, ella sonriente observo a la pequeña niña.
-¿Qué pasa mi amor? – Pregunto con dulzura.
-¿Y a mi, por que no me saludas? – La cuestiono indignada, sus pobladas cejas se unieron en un gesto tan enojado que Anny quiso reír.
-Es verdad mi amor, Poncho… - Le indico al hombre frente a ella, sonriéndole con todo el amor que se había construido con el tiempo, intercambiaron bebes, sus bebes… sus hijos.
-Hola mi amor – Saludo primero Anny a la niña, ella hizo lo mismo que con su padre, recostándose en el pecho de ella y aspirando su olor, descubriendo que ese olor siempre seria el mismo, siempre los acompañaba.
-Hola Campeón – Fue ahora el turno de Poncho, despeino un poco los rizos de su hijo, un poco más oscuros que los de la pequeña, el saludo era un poco mas brusco pero con todo el cariño posible, los amaba de la misma forma y los protegía también.
-Creo que será mejor que nos vayamos, por cierto… ¿Por qué viniste, sabias que hoy me tocaba a mí venir por ellos? – Cuestiono Poncho al acordarse de que estaban los cuatro ahí con dos automóviles.
-Lo se, pero la verdad no aguantaba la hora de verte… digo, de verlos – se delato sola, apenándose como siempre y él burlándose con fuerza de la pena que vivía su mujer, DIA tras DIA a pesar d helos años juntos.
-Yo también me moría por verte, por verte sonrojada… - Anny rió nerviosa.
-Mejor nos vamos – Contesto temblorosa al verse sin escapatoria…
-¿Huyes? – Cuestiono Poncho bromista, recordándole con esa simple pregunta las veces estupidas que cada uno huyo.
-No, solo te recuerdo que si no nos apuramos, pelearas de nuevo con Mai… tu sabes como te trae todavía.
-¿Cuándo crees que me perdonara del todo? – Quiso saber Poncho, rendido.
-Ya te perdono, solo que le gusta tenerte a su lado, llamándola y repitiéndole lo importante que es para ti… sigue así.
-¿Y a ti no te gusta que te lo repita?
-Me lo repiten tus acciones a cada instante… aunque, nunca es malo volverlo a escuchar…
-Te Amo, Te Amo – murmuraron ambos rápidamente, antes de besar sus labios con ternura…
-Má, Pá – Murmuro la pequeña, levantando su pequeña cabeza cargada de rebeldes rizos - ¿Cuántos años tienen?
-28 – Murmuro él.
40 – Respondió después ella.
Ambos se observaron sonriendo… sabiendo que la diferencia ya era tan efímera cuando los diez años que tenían de conocerse, pesaba cientos de siglos llenos de recuerdos y razones para amarse.
Fin...
30&18
40&28
No hay comentarios:
Publicar un comentario