Capitulo Final...
Primera parte: Cuando Regreses
Primera parte: Cuando Regreses
Había llegado el día sin propiamente ser consciente de ello, era el momento – del cual si decía ser sincera – espero durante un largo rato y, por absurdo que sonara, para ella despertarse aquella mañana, le daba la certeza de que no era lo esperado, sentir que mas que su día soñado, era su ultima oportunidad… la ultima para huir, para según huir por ultima vez, ¿Cuántas veces había dicho eso? Y, peor aun ¿Cuántas mas lo diría?
Sin darse tiempo a mas nada se encontró con su mano rodeado el picaporte, lenta y dubitativamente, tuvo que admitir que no había preparado nada, ni la mochila perfecta con suministros para poder caminar por lago rato lejos de allí, ni tan siquiera podía asegurar que su billetera tuviera el efectivo suficiente para ir algún lugar, pero aun así estaba dispuesta; dispuesta a bajar un escalón y luego el otro, lentamente… repitiéndose que si solo daba un paso a la vez, sus piernas no terminarían por abandonarla… necesitaba respirar, era exactamente aquello lo que necesitaba, porque aunque quería negarlo, su corazón latía fuertemente por la esperanza de que alguien estuviera allí, abajo y preparado con su coche, para arrancar en el momento exacto que ella cerrara la puerta… queriendo no volver, pero latía aun mas fuerte por saber que sus sueños… eran entupidamente inalcanzables.
El viento choco con su rostro acarolado, dándole un nuevo respiro a su mente, ella que era la única que continuaba ciñéndose a la realidad, gritándole que se detuviera; Anny suspiro mientras tomaba fuerza para continuar, se riño por haber escuchado a su mente, y mas aun por ser tan terca al continuar moviendo sus pies, uno tras otro, formando un largo camino, que iba quedando atrás… reconociendo que terminar volviendo para no fallarle a ella, continuo su camino.
Se recostó cansada a uno de los postes que bordeaban el lugar por donde ella caminaba lentamente, levanto su mirada, con un absurdo anhelo de encontrar en el cielo, la misma contaminada oscuridad que le impedía observar las estrellas cada vez que lo deseaba, resignada cerro sus parpados fuertemente, al sentir que su rostro era iluminado por el brillo que la luna recibía por parte de las estrellas, aquellos puntos que inundaban el manto negro que comenzaba a aclararse, minuto a minuto.
Algo la empujo, tal vez el calido viento o aquel tonto subconsciente que todos guardábamos –por alguna razón- lejos de las decisiones importante, y pese a dar un pequeño traspié ella siguió, repitiéndose nuevamente que ¡Si!, que si podía… y si, había podido.
No en vano tantos meses pasaron, no por gusto o decisión propia la cuenta ascendía a 301 días sin él, sin percibir su peculiar olor o temblar cuando él intentaba acercarla a su duro cuerpo y… su propia cuerpo se movió rápidamente, retándola por su debilidad, regañando a su mente por haberle regalado un pensamiento a él… otro mas.
“Poncho” el único dueño de todo… eso tendría que cambiar.
Hacia 301 días que, simplemente ella no podía encontrar entre la multitud, una mirada igual en la cual perder, era increíble como cada día pasaba lento, pero la suma de cada uno de ellos se decía tan rápido, formando un camino sin oportunidad retorno, porque el cemento no marco sus huellas, dividendo cada decisión en dos, una de la cual debía arrepentirse y… la otra una mejor lugar donde esconder su rostro… esconder su corazón.
Sus labios sonrieron, percibiendo una ambigua emoción, enfrentándola a aquella agonía que era estar sin él, y la fortaleza que creció en su parte racional, la cual nunca la abandono…. Al menos no hasta ahora.
Sus pasos no paraban y aunque lo intentaba de corazón, no se detenían a pensar y tomar otro camino, el de regreso… definitivamente no eran como su cabeza, que sin querer oír nada, volteaba siempre atrás… cerciorándose que no era un estúpido sueño mas, y sus huellas si estaban formando una hilera que la guiaría para volver; esta vez no en el cemento, si no en la arena de la plaza donde ella se encontraba, envuelta en la calidez de tantos recuerdos.
“Propios y ajenos”
De esa misma forma era como sentía aquel lugar, al cual acababa de llegar, luego de casi media hora de caminata, de la habitación del hotel hasta a aquel abismo verde, donde aun podía escuchar el eco de aquel si, que ambos se dijeron ya dos años atrás…
-Si, Si… - unos repetitivos murmullos afirmativos, seguidos por un sollozo, que se quebranto a mitad de camino, daño la calma del solitario lugar – Dijimos si… no Adiós – se maldijo por dentro, maldijo el momento en que le dijo Adiós a él, el momento en que no lo escucho, pero maldecía aun mas, pese a amar ese momento como a nada en el mundo, el momento en que se entrego a él, cada vez que se le entrego en la vida, cuando le dijo si, acepto comer contigo, cuando lo acompaño a arreglar su apartamento, cuando lo cuido enfermo, cuando… -suspiro dolida – cuando lo beso, cuando lo lloro, cuando jugaron… cuando formaron su propio mundo y vivieron una vida paralela a la real, a esa realidad tan triste que de repente los arraso, sin tregua.
-¿Por qué te fuiste? – Le pregunto nuevamente al hombre invisible, que durante 18060 minutos la acompaño siempre - ¿Por qué sin mi? – Pregunto esta vez un poco mas para si, respondiéndose casi de inmediato, memorando aquello que él mismo expreso, sin algún atisbo de dolor en su rostro.
“Lo se…pero lo nuestro tampoco esta, debemos… debemos de aceptarlo…”
Se acostó sobre el frondoso pastizal, cerrando sus ojos, tratando de encerrar aquella ultima imagen de sus cuerpos desnudos y sudorosos.
-Te tengo mas miedo a ti, que a cualquier otra cosa que pueda salir mal hoy… Murmuro una voz, que poco a poco se acercaba.
Sin darse tiempo a mas nada se encontró con su mano rodeado el picaporte, lenta y dubitativamente, tuvo que admitir que no había preparado nada, ni la mochila perfecta con suministros para poder caminar por lago rato lejos de allí, ni tan siquiera podía asegurar que su billetera tuviera el efectivo suficiente para ir algún lugar, pero aun así estaba dispuesta; dispuesta a bajar un escalón y luego el otro, lentamente… repitiéndose que si solo daba un paso a la vez, sus piernas no terminarían por abandonarla… necesitaba respirar, era exactamente aquello lo que necesitaba, porque aunque quería negarlo, su corazón latía fuertemente por la esperanza de que alguien estuviera allí, abajo y preparado con su coche, para arrancar en el momento exacto que ella cerrara la puerta… queriendo no volver, pero latía aun mas fuerte por saber que sus sueños… eran entupidamente inalcanzables.
El viento choco con su rostro acarolado, dándole un nuevo respiro a su mente, ella que era la única que continuaba ciñéndose a la realidad, gritándole que se detuviera; Anny suspiro mientras tomaba fuerza para continuar, se riño por haber escuchado a su mente, y mas aun por ser tan terca al continuar moviendo sus pies, uno tras otro, formando un largo camino, que iba quedando atrás… reconociendo que terminar volviendo para no fallarle a ella, continuo su camino.
Se recostó cansada a uno de los postes que bordeaban el lugar por donde ella caminaba lentamente, levanto su mirada, con un absurdo anhelo de encontrar en el cielo, la misma contaminada oscuridad que le impedía observar las estrellas cada vez que lo deseaba, resignada cerro sus parpados fuertemente, al sentir que su rostro era iluminado por el brillo que la luna recibía por parte de las estrellas, aquellos puntos que inundaban el manto negro que comenzaba a aclararse, minuto a minuto.
Algo la empujo, tal vez el calido viento o aquel tonto subconsciente que todos guardábamos –por alguna razón- lejos de las decisiones importante, y pese a dar un pequeño traspié ella siguió, repitiéndose nuevamente que ¡Si!, que si podía… y si, había podido.
No en vano tantos meses pasaron, no por gusto o decisión propia la cuenta ascendía a 301 días sin él, sin percibir su peculiar olor o temblar cuando él intentaba acercarla a su duro cuerpo y… su propia cuerpo se movió rápidamente, retándola por su debilidad, regañando a su mente por haberle regalado un pensamiento a él… otro mas.
“Poncho” el único dueño de todo… eso tendría que cambiar.
Hacia 301 días que, simplemente ella no podía encontrar entre la multitud, una mirada igual en la cual perder, era increíble como cada día pasaba lento, pero la suma de cada uno de ellos se decía tan rápido, formando un camino sin oportunidad retorno, porque el cemento no marco sus huellas, dividendo cada decisión en dos, una de la cual debía arrepentirse y… la otra una mejor lugar donde esconder su rostro… esconder su corazón.
Sus labios sonrieron, percibiendo una ambigua emoción, enfrentándola a aquella agonía que era estar sin él, y la fortaleza que creció en su parte racional, la cual nunca la abandono…. Al menos no hasta ahora.
Sus pasos no paraban y aunque lo intentaba de corazón, no se detenían a pensar y tomar otro camino, el de regreso… definitivamente no eran como su cabeza, que sin querer oír nada, volteaba siempre atrás… cerciorándose que no era un estúpido sueño mas, y sus huellas si estaban formando una hilera que la guiaría para volver; esta vez no en el cemento, si no en la arena de la plaza donde ella se encontraba, envuelta en la calidez de tantos recuerdos.
“Propios y ajenos”
De esa misma forma era como sentía aquel lugar, al cual acababa de llegar, luego de casi media hora de caminata, de la habitación del hotel hasta a aquel abismo verde, donde aun podía escuchar el eco de aquel si, que ambos se dijeron ya dos años atrás…
-Si, Si… - unos repetitivos murmullos afirmativos, seguidos por un sollozo, que se quebranto a mitad de camino, daño la calma del solitario lugar – Dijimos si… no Adiós – se maldijo por dentro, maldijo el momento en que le dijo Adiós a él, el momento en que no lo escucho, pero maldecía aun mas, pese a amar ese momento como a nada en el mundo, el momento en que se entrego a él, cada vez que se le entrego en la vida, cuando le dijo si, acepto comer contigo, cuando lo acompaño a arreglar su apartamento, cuando lo cuido enfermo, cuando… -suspiro dolida – cuando lo beso, cuando lo lloro, cuando jugaron… cuando formaron su propio mundo y vivieron una vida paralela a la real, a esa realidad tan triste que de repente los arraso, sin tregua.
-¿Por qué te fuiste? – Le pregunto nuevamente al hombre invisible, que durante 18060 minutos la acompaño siempre - ¿Por qué sin mi? – Pregunto esta vez un poco mas para si, respondiéndose casi de inmediato, memorando aquello que él mismo expreso, sin algún atisbo de dolor en su rostro.
“Lo se…pero lo nuestro tampoco esta, debemos… debemos de aceptarlo…”
Se acostó sobre el frondoso pastizal, cerrando sus ojos, tratando de encerrar aquella ultima imagen de sus cuerpos desnudos y sudorosos.
-Te tengo mas miedo a ti, que a cualquier otra cosa que pueda salir mal hoy… Murmuro una voz, que poco a poco se acercaba.
***
No podía resultar mejor, el ambiente era inigualable, porque sin querer dejar de vivir el presente, estar allí los remontaba al pasado, cada lugar, cada olor y todo momento; era… era imposible de describirlo, tratar de darle respuesta a algo que simplemente sucedía, era algo que propiamente, no los angustiaba, entrelazar sus dedos y, caminar sin ver el camino, ya que solamente podía observar los ojos de aquella persona que siempre había estado a su lado, era definitivamente su única preocupación.
-¿Recuerdas la primera vez? – Cuestiono Chris, repitiendo aquellas mismas cuatro palabras, que formaban una única y perdurable pregunta, a lo largo de tantos años, y pese a vivir tantos primeros momentos, ellos siempre se referían a uno… tal vez al único, que pese a vivirlo juntos, estaban separados.
-Jajajaja – Volvió a reír Mai, mientras se acercaba a besar la frente de ya no su amigo, ya no su novio; ahora su esposo, sin dejar de nunca ser todo lo anterior – Recuerdo aquella primera vez, como odie que me robaras mi primer beso.
-Yo odie que lo odiaras – Le volvió a comentar Chris, mientras un triste mohín curvaba sobre sus labios, que por lo general siempre mantenían alegres.
-Puede, solo puede que no lo haya odiado tanto… - Murmuro la mujer un poco mas cerca que antes de los labios del hombre que amaba y, la amaba – Es mas, ame el hecho de ser yo también la primera mujer a la que besaras – Susurro cada palabra, tentando y formando aquellas innumerables cosquillas, que crecían deliciosamente en el centro de sus panzas, como excitantes adelantos del beso… de aquel encuentro intimo de sus labios, encuentro que no llego a concretarse y se transformo en una sonora carcajada por parte de la mujer y un innegable gesto de hastío y cansancio por parte del hombre, gesto que se formo al escuchar lo ultimo dicho por su mujer.
-¡Que no fuiste la primera! – Se quejo Chris como siempre, antes de asentir dándole la razón… ¡Otra vez! – Fuiste la primera, esta bien – Encogió sus hombros, sintiéndose como niño regañado.
-Tu también fuiste el primero – Le confirmo con un leve rose de sus labios, rehusándose a formar una caricia intensa que termina en un beso apasionado, imposible de frenar… - Aunque, hubiera deseado ser la única – le confeso un poco sonrojada, por primera vez había expresado aquello, nunca se había sentido preparada para decírselo, es mas… prefirió algunas veces alardear de la galantería de su hombre, de su innegable brillo al sonreír… de su carisma, de todo de él… antes de admitir que lo único que sentía al recordar todos aquellos momentos en los cuales, pese a amarlo debió de ser su amiga, su mejor amiga…fueron celos.
Durante cinco años, ella decidió sonreír y abrazarlo, en vez de llorar y decirle: te amo; tal vez era por eso que procuraba siempre hacer algo para él y esperaba lo mismo de Chris, así como cuando ella decidió olvidarlo y decirle si a Armando, él grito que no: “No espera, - grito para poderla parar, para detener sus pasos y que ella diera media vuelta para verlo, para verlo llorar – no le digas que si, él no te ama – ella estuvo a punto de decirle que no importaba, que no buscaba que la amaran, pues ella tampoco podría amarlo – no te ama, no te ama tanto como yo – Había sido sincero y ella lo amo, lo amo aun mas”.
-Yo también hubiera deseado ser el único – le confeso también, sonriente se le acerco, enmarcando su suave rostro de ella entre sus curativas manos – Pero me gusta pensar que el momento en que dijimos si, fue el momento exacto, tu sabes – termino con un pícaro guiño, para intentar bajarle la cursilería a lo dicho, rehusándose a mostrar lo que ella creo en él… “Un hombre solidó y sensible”
-El momento exacto, donde mas que nosotros las estrellas se alinearon y, por eso llevamos tanto tiempo – sonrió ahora ella fascinada.
-Eres muy curso, mi amor… - Comento Chris con burla, Mai le saco la lengua en su gran muestra de indignación, Chris la encerró rápidamente entre sus piernas y brazos, rodando sobre sus propios cuerpos, para al final quedar él sobre ella, para poder sumergirse en aquel par de ojos negros.
-Eres cursi, romántica y demasiado histérica, pero eres mía desde el momento en que te elegí – Mai intento quejarse – y que sobre todo, me elegiste… te amo y si dejas de hacer ese hermoso puchero y levantas tu trompita bonita, te podré besar – Ambos se voltearon a ver con amor, con ese sentimiento que los cruzaba de punta a punta; Chris cerro sus ojos, Luego de ver que Mai lo hacer, los dos suspiraron al tiempo, quemándose con el aliento húmedo del otro, acariciando sus narices con movimiento pausados y eterno, tal y como lo hacían siempre, dándole tiempo al destino… por si algo deseaba interrumpirlos, debía hacerlo ahora… después no habría vuelta atrás.
-Te amo – Susurro una voz ronca y una aguda, impresas de un solo y mismo sentimiento, sus labios se acariciaban lentamente, la lengua de Chris delineaba cada labio de la mujer, con precisión y experiencia, pero con el cuidado suficiente para hacerlo perfecto… como la primera vez, como esperaba que fuera cada vez.
Temblando se abrazaron con fuerza, permitiendo así que mas que sus lenguas, todas sus extremidades se entrelazaran, bajo una caliente pasión, creciente e imparable.
O, al menos eso quisieron.
Un gorgojeo seguido por un ensordecedor grito, que continuo con lastimeros sollozos, detuvo el corazón de ambos, volteando a ver a su “Derecha/Izquierda” respectivamente, los dos vieron de donde provenía tal conocido sonido.
El intercomunicador del bebe, era aquello que les permitía escuchar cualquier –Grande o Pecho – sonido que proviniera de la habitación donde lo habían dejado, soñando y tranquilo.
Geronimo –Su hijo- era un bebe grande ya, acercándose peligrosamente a los dos años, era la debilidad de todos, tanto sus padres como de aquellos tíos adoptivos, que lo consentían como a nadie.
Rápidamente se levantaron, asarados y aun emocionados por ser interrumpidos, como si fueran un par de adolescentes, conociendo los recovecos de sus cuerpos.
-Jajajaja – Volvió a reír Mai, mientras se acercaba a besar la frente de ya no su amigo, ya no su novio; ahora su esposo, sin dejar de nunca ser todo lo anterior – Recuerdo aquella primera vez, como odie que me robaras mi primer beso.
-Yo odie que lo odiaras – Le volvió a comentar Chris, mientras un triste mohín curvaba sobre sus labios, que por lo general siempre mantenían alegres.
-Puede, solo puede que no lo haya odiado tanto… - Murmuro la mujer un poco mas cerca que antes de los labios del hombre que amaba y, la amaba – Es mas, ame el hecho de ser yo también la primera mujer a la que besaras – Susurro cada palabra, tentando y formando aquellas innumerables cosquillas, que crecían deliciosamente en el centro de sus panzas, como excitantes adelantos del beso… de aquel encuentro intimo de sus labios, encuentro que no llego a concretarse y se transformo en una sonora carcajada por parte de la mujer y un innegable gesto de hastío y cansancio por parte del hombre, gesto que se formo al escuchar lo ultimo dicho por su mujer.
-¡Que no fuiste la primera! – Se quejo Chris como siempre, antes de asentir dándole la razón… ¡Otra vez! – Fuiste la primera, esta bien – Encogió sus hombros, sintiéndose como niño regañado.
-Tu también fuiste el primero – Le confirmo con un leve rose de sus labios, rehusándose a formar una caricia intensa que termina en un beso apasionado, imposible de frenar… - Aunque, hubiera deseado ser la única – le confeso un poco sonrojada, por primera vez había expresado aquello, nunca se había sentido preparada para decírselo, es mas… prefirió algunas veces alardear de la galantería de su hombre, de su innegable brillo al sonreír… de su carisma, de todo de él… antes de admitir que lo único que sentía al recordar todos aquellos momentos en los cuales, pese a amarlo debió de ser su amiga, su mejor amiga…fueron celos.
Durante cinco años, ella decidió sonreír y abrazarlo, en vez de llorar y decirle: te amo; tal vez era por eso que procuraba siempre hacer algo para él y esperaba lo mismo de Chris, así como cuando ella decidió olvidarlo y decirle si a Armando, él grito que no: “No espera, - grito para poderla parar, para detener sus pasos y que ella diera media vuelta para verlo, para verlo llorar – no le digas que si, él no te ama – ella estuvo a punto de decirle que no importaba, que no buscaba que la amaran, pues ella tampoco podría amarlo – no te ama, no te ama tanto como yo – Había sido sincero y ella lo amo, lo amo aun mas”.
-Yo también hubiera deseado ser el único – le confeso también, sonriente se le acerco, enmarcando su suave rostro de ella entre sus curativas manos – Pero me gusta pensar que el momento en que dijimos si, fue el momento exacto, tu sabes – termino con un pícaro guiño, para intentar bajarle la cursilería a lo dicho, rehusándose a mostrar lo que ella creo en él… “Un hombre solidó y sensible”
-El momento exacto, donde mas que nosotros las estrellas se alinearon y, por eso llevamos tanto tiempo – sonrió ahora ella fascinada.
-Eres muy curso, mi amor… - Comento Chris con burla, Mai le saco la lengua en su gran muestra de indignación, Chris la encerró rápidamente entre sus piernas y brazos, rodando sobre sus propios cuerpos, para al final quedar él sobre ella, para poder sumergirse en aquel par de ojos negros.
-Eres cursi, romántica y demasiado histérica, pero eres mía desde el momento en que te elegí – Mai intento quejarse – y que sobre todo, me elegiste… te amo y si dejas de hacer ese hermoso puchero y levantas tu trompita bonita, te podré besar – Ambos se voltearon a ver con amor, con ese sentimiento que los cruzaba de punta a punta; Chris cerro sus ojos, Luego de ver que Mai lo hacer, los dos suspiraron al tiempo, quemándose con el aliento húmedo del otro, acariciando sus narices con movimiento pausados y eterno, tal y como lo hacían siempre, dándole tiempo al destino… por si algo deseaba interrumpirlos, debía hacerlo ahora… después no habría vuelta atrás.
-Te amo – Susurro una voz ronca y una aguda, impresas de un solo y mismo sentimiento, sus labios se acariciaban lentamente, la lengua de Chris delineaba cada labio de la mujer, con precisión y experiencia, pero con el cuidado suficiente para hacerlo perfecto… como la primera vez, como esperaba que fuera cada vez.
Temblando se abrazaron con fuerza, permitiendo así que mas que sus lenguas, todas sus extremidades se entrelazaran, bajo una caliente pasión, creciente e imparable.
O, al menos eso quisieron.
Un gorgojeo seguido por un ensordecedor grito, que continuo con lastimeros sollozos, detuvo el corazón de ambos, volteando a ver a su “Derecha/Izquierda” respectivamente, los dos vieron de donde provenía tal conocido sonido.
El intercomunicador del bebe, era aquello que les permitía escuchar cualquier –Grande o Pecho – sonido que proviniera de la habitación donde lo habían dejado, soñando y tranquilo.
Geronimo –Su hijo- era un bebe grande ya, acercándose peligrosamente a los dos años, era la debilidad de todos, tanto sus padres como de aquellos tíos adoptivos, que lo consentían como a nadie.
Rápidamente se levantaron, asarados y aun emocionados por ser interrumpidos, como si fueran un par de adolescentes, conociendo los recovecos de sus cuerpos.
***
El amanecer era perfecto y mas cuando se lograba ver desde las alturas, al menos eso era lo que quería pensar el hombre con traje, que se movía por enésima vez incomodo en el asiento, sintiéndose completamente atrapado, entre la obligación de volver y la mujer que dormía placidamente a su lado.
¿Cómo había llegado hasta ese punto?
Se cuestiono él, mirando por la ventanilla del avión logro observar como en menos de 30 minutos tocaría tierra y así, no le fallaría a su hermana, a su mejor amigo y sobre todo, no le fallaría a su corazón que moría por la necesidad de verla, de hablarle y preguntarle ¿Cómo estas? ¿Cómo estas, mi amor?; pero no debía, por ello es que había llegado hasta ese punto, por ella había tomo aquel avión que lo llevo lejos y sin ánimos de volver.
El piloto que contrato hablo y su confusa voz retumbo en el avión privado, del mayor de los Herrera.
-Por favor abrochar sus cinturones, en diez minutos comenzaremos el proceso de aterrizaje.
Fue aquello suficiente para que él soltara el cinturón de su corazón y este comenzara a saltar, libre y emocionado, Poncho trago grueso, cuando sintió que a su panza la invadían mas de una jauría de cosquillas, que le daban ese toque infantil a un encuentro tan tensionarte como aquel.
-Deja de pensar tanto y abróchate el cinturón – Comento la mujer que antes dormía, Poncho la volteo a ver, lentamente y encontrándose con una sonrisa ancha y sincera, dispuesta a brindarle calidez y tranquilidad, siempre que lo necesitaba y, “Así había sido desde el día uno” – se recordó Poncho, mientras asentía se fue abrochando el cinturón, escucho a su lado la fresca carcajada de la mujer que regocijaba por el gesto que él acababa de hacer, Poncho no evito sonreír también, al sentir que la tensión baja poco a poco, al igual que el avión.
-¿Estas nervioso? – Lo interrogo dubitativa, mientras tomaba la mano acalambrada del hombre, Poncho asintió, evitando como siempre mentirle, pero rehusándose a decirlo en voz alta y así confirmárselo a su alma – No te preocupes, por algo estoy aquí contigo – le recordó, mientras acariciaba la palma de una mano un poco menos tensionada que antes, ambos se miraron.
-Gracias – Murmuro Alfonso, cinco minutos atrás, cuando se sintió nervioso por mantener el contacto visual y ahora, mientras tomaba varias cosas que ella le entregaba, entre esas… su apoyo.
Poncho instintivamente entrelazo sus dedos con los de ella, esta sonrió aceptando aquel contacto, pero sin detener nunca su paso, él mantenía un caminar tranquilo, seguro de que nadie lo estaría allí esperándolo, o mas bien, esperando que nadie estuviera allí, para así aun poder tener algunos minutos sin tener que escuchar: “¡Regresaste, que bueno que regresaste!” – Imito en su interior la voz y sus gestos imitaron las facciones de las personas que lo vieran este día, después de tantos… después de 301 días.
-¡Por fin llegaste! – Comento el hombre que se interpuso en su camino, Poncho observo el gesto tranquilo y sonriente, se repitió la frase escuchada, y aunque si, no era lo que él pensaba, para su interior lo seria, decidió al final antes de sonreír y soltar la mano de la mujer, dispuesto a recibir el abrazo que sabia su amigo se moría por darle…bueno, y él también.
-¡Esperen! – Los detuvo la mujer, antes de dar tres pasos al costado – Ahora si, abrácense – termino por decir, Ucker volteo a verla un poco confundido, antes de recibir el abrazo de su amigo.
No es que fuera extraño verlos abrazados, pero para ella, siendo esa su primera vez entre aquel ambiente de genuina amistad, era algo diferente… verlos así abrazados era tal vez, de lo mas tierno que había visto de dos hombres.
Al final rió bajito.
Los hombres se soltaron rápidamente, siendo conscientes del lugar y mas aun del tiempo que dejaron abrazados, la mujer se sonrojo poderosamente al entender la vergüenza que ellos sintieron, al oírla reír.
-¡Perdón, perdón! – Comenzó a decir, una y otra vez, realmente apenada – Sigan, sigan abrazados, ¡Se veían tiernos! – Termino por decir, Poncho y Ucker se alejaron un poco, aquello era lo que menos querían escuchar - ¡Hombres! – Continuo diciendo, esta vez entre ironía y burla.
-Ya cálmate – Murmuro Poncho – te aseguro que digas lo que digas, nos harás alejar mas – continuo diciendo, mientras se acercaba a ella – aun pese a que Ucker desea siempre tenerme entre sus brazos – Termino diciendo con mofa, Ucker deseo quejarse, pero hubo algo que le llamo mas la atención, la confianza en que ambos se volvieron a acercar.
-No le creas nada – Dijo Ucker, también acercándose a ella, dispuesto a descubrir quien era – él es quien siempre mantenía abrazándome.
-Jajajaja – rió la mujer – te creo – sentencio.
-Ya me caíste bien… - Guardo silencio Ucker, indicándole así a ambos, que esperaba el nombre de ella.
-¡Oh, oh es verdad! – Se apresuro a decir Poncho – Ucker, ella es Andrea… Mi...
Se cuestiono él, mirando por la ventanilla del avión logro observar como en menos de 30 minutos tocaría tierra y así, no le fallaría a su hermana, a su mejor amigo y sobre todo, no le fallaría a su corazón que moría por la necesidad de verla, de hablarle y preguntarle ¿Cómo estas? ¿Cómo estas, mi amor?; pero no debía, por ello es que había llegado hasta ese punto, por ella había tomo aquel avión que lo llevo lejos y sin ánimos de volver.
El piloto que contrato hablo y su confusa voz retumbo en el avión privado, del mayor de los Herrera.
-Por favor abrochar sus cinturones, en diez minutos comenzaremos el proceso de aterrizaje.
Fue aquello suficiente para que él soltara el cinturón de su corazón y este comenzara a saltar, libre y emocionado, Poncho trago grueso, cuando sintió que a su panza la invadían mas de una jauría de cosquillas, que le daban ese toque infantil a un encuentro tan tensionarte como aquel.
-Deja de pensar tanto y abróchate el cinturón – Comento la mujer que antes dormía, Poncho la volteo a ver, lentamente y encontrándose con una sonrisa ancha y sincera, dispuesta a brindarle calidez y tranquilidad, siempre que lo necesitaba y, “Así había sido desde el día uno” – se recordó Poncho, mientras asentía se fue abrochando el cinturón, escucho a su lado la fresca carcajada de la mujer que regocijaba por el gesto que él acababa de hacer, Poncho no evito sonreír también, al sentir que la tensión baja poco a poco, al igual que el avión.
-¿Estas nervioso? – Lo interrogo dubitativa, mientras tomaba la mano acalambrada del hombre, Poncho asintió, evitando como siempre mentirle, pero rehusándose a decirlo en voz alta y así confirmárselo a su alma – No te preocupes, por algo estoy aquí contigo – le recordó, mientras acariciaba la palma de una mano un poco menos tensionada que antes, ambos se miraron.
-Gracias – Murmuro Alfonso, cinco minutos atrás, cuando se sintió nervioso por mantener el contacto visual y ahora, mientras tomaba varias cosas que ella le entregaba, entre esas… su apoyo.
Poncho instintivamente entrelazo sus dedos con los de ella, esta sonrió aceptando aquel contacto, pero sin detener nunca su paso, él mantenía un caminar tranquilo, seguro de que nadie lo estaría allí esperándolo, o mas bien, esperando que nadie estuviera allí, para así aun poder tener algunos minutos sin tener que escuchar: “¡Regresaste, que bueno que regresaste!” – Imito en su interior la voz y sus gestos imitaron las facciones de las personas que lo vieran este día, después de tantos… después de 301 días.
-¡Por fin llegaste! – Comento el hombre que se interpuso en su camino, Poncho observo el gesto tranquilo y sonriente, se repitió la frase escuchada, y aunque si, no era lo que él pensaba, para su interior lo seria, decidió al final antes de sonreír y soltar la mano de la mujer, dispuesto a recibir el abrazo que sabia su amigo se moría por darle…bueno, y él también.
-¡Esperen! – Los detuvo la mujer, antes de dar tres pasos al costado – Ahora si, abrácense – termino por decir, Ucker volteo a verla un poco confundido, antes de recibir el abrazo de su amigo.
No es que fuera extraño verlos abrazados, pero para ella, siendo esa su primera vez entre aquel ambiente de genuina amistad, era algo diferente… verlos así abrazados era tal vez, de lo mas tierno que había visto de dos hombres.
Al final rió bajito.
Los hombres se soltaron rápidamente, siendo conscientes del lugar y mas aun del tiempo que dejaron abrazados, la mujer se sonrojo poderosamente al entender la vergüenza que ellos sintieron, al oírla reír.
-¡Perdón, perdón! – Comenzó a decir, una y otra vez, realmente apenada – Sigan, sigan abrazados, ¡Se veían tiernos! – Termino por decir, Poncho y Ucker se alejaron un poco, aquello era lo que menos querían escuchar - ¡Hombres! – Continuo diciendo, esta vez entre ironía y burla.
-Ya cálmate – Murmuro Poncho – te aseguro que digas lo que digas, nos harás alejar mas – continuo diciendo, mientras se acercaba a ella – aun pese a que Ucker desea siempre tenerme entre sus brazos – Termino diciendo con mofa, Ucker deseo quejarse, pero hubo algo que le llamo mas la atención, la confianza en que ambos se volvieron a acercar.
-No le creas nada – Dijo Ucker, también acercándose a ella, dispuesto a descubrir quien era – él es quien siempre mantenía abrazándome.
-Jajajaja – rió la mujer – te creo – sentencio.
-Ya me caíste bien… - Guardo silencio Ucker, indicándole así a ambos, que esperaba el nombre de ella.
-¡Oh, oh es verdad! – Se apresuro a decir Poncho – Ucker, ella es Andrea… Mi...
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